lunes, 11 de abril de 2011

Mis pájaros no cantan, no comen y no se mueven trás tu partida

Para mi delicado corazón.

No es sobre ti, ni sobre mí, es sobre esta tonta ausencia que mata a mi alma, es sobre errores, caídas y trampas, es acerca de todas esas noches que no he podido dormir por pensarte, por extrañarte, por necesitarte.

Desapareciste de la nada con tu difícil cabello negro que caía a media espalda, tan lacio, tan brillante, tan perfecto.

Huiste de mis besos, de mis huellas, de mis labios y mis manos.

Dijiste que necesitabas tiempo, espacio, libertad.

Te dejé partir porque creí que no lo harías, porque era de noche y llovía; y sufres de esa extraña enfermedad a la que llamas pluviofobia, pero cuando te vi salir entendí que al dejarme aprendiste a enfrentar todos tus miedos, hasta los más difíciles.

Desde aquella noche en que marchaste y te llevaste tus deliciosas y alargadas piernas lejos de mí, los pájaros no se alimentan, ya no me cantan como cantaban al verte llegar por las tardes con ese listón azul marino en tu cintura, se paran sobre los columpios en su jaula viendo hacia la ventana, como esperando a que te asomes y sonrías y les digas que me extrañas.

Es probable que esté imaginando tonterías, que esté colocando pensamientos en sus alas, es probable que lo que busquen ellos también sea libertad, una noche de estas voy a dejarlos salir, una noche de lluvia para que te encuentren a ti.

Seguramente aunque yo me muera por volver a ver tus hermosos y grandes ojos grises, tú ya hayas encontrado a otro amor, eso no evita que te ame como cuando te juré amor eterno bajo aquel hermoso árbol que te cubría del viento, ese tonto viento del que te celaba porque te tocaba sin que te opusieras, el viento que estaba junto a ti cuando yo no estaba cerca.

Fue mi error, caí en mi trampa, en mis juegos sucios, no fui el hombre adecuado, me equivoqué al besarte, en realidad me equivoqué al besarla, al decirte que te amaba y celar al viento por tocarte cuando mis manos estaban puestas sobre aquellos rizos rubios que cubrían sus sonrojadas mejillas en mi cama, me equivoqué al pasearla de mi brazo, fui un descarado gritandole al sol que se atreviera a delatarme, él sólo lloraba porque te amaba pero no podía decirte nada.

Fue la noche la que me descubrió, esa noche en que sentiste ganas de darme una sorpresa y tocar a mi puerta, no se suponía que lo supieras, ella acababa de decirme que estaba cansada de ser la que me viera sólo por las noches, la de los martes; y ese martes tu llegaste, con tu vestido blanco, a recordarme que cumplíamos 4 años de la promesa de amarnos y al querer tocar la puerta sin apenas anunciarte, ella salió y tú te derrumbaste.

Al entrar a mi casa, me diste un abrazo como ningún otro, era un abrazo frío y herido.
Dijiste: "Te amo, pero me respeto más" y al rodar las primeras lágrimas por tus mejillas empezaron a caer las lágrimas de la noche que no quería verte mal, pero que sabía que después habría sido más difícil de aceptar, los pájaros te vieron y dejaron de cantar, yo dije no te vayas y sonreíste; entonces vi tu hermosa figura apartarse de mí, lejana, ausente, fría de mí.

Y me quedé sólo desafiando al sol a que te devolviera a mi lado, él sólo me dio la espalda.

Te llamé una tarde de abril, te pedí que volvieras, dijiste que necesitabas tiempo, espacio, libertad.

Y hoy a 5 meses de aquella llamada te sigo pensando, te sigo llorando y sigo esperando la noche en que llueva para dejar volar a los pájaros que resisten tu ausencia y el hambre que les he hecho pasar, supongo que recuerdan tu sonrisa y los alienta a vivir, ni siquiera sé si eso sea vivir, parados en los columpios de sus jaulas dejando a sus plumas volar, sin cantar, siempre viendo hacia la ventana para esperarte llegar.