Las hojas caen hoy como el otoño pasado, en el parque en que nos conocimos, llevaba mi vestido amarillo con pequeñas flores de colores, el cabello suelto y los labios color rosa, yo solía alimentar a los patos que se acercaban, era una rara costumbre sentarme en el pasto a alimentarlos, justo esa tarde decidí que lo haría sentada en la banca como si supiera que algo especial pasaría y no debía manchar mi vestido, te acercaste lentamente y preguntaste si podías sentarte junto a mi en aquella banca, te di una falsa sonrisa y bajé la mirada mientras mis labios tímidos decían que sí.
Al día siguiente y con mi vestido más bonito, a la misma hora de siempre salí al parque, la sonrisa en mi rostro era diferente, no sólo se trataba de las hojas secas que caían de los árboles y de su sonido al quedar atrapadas bajo mis pies; se trataba también de tu voz, no alcancé a verte el rostro el día anterior, pero tu voz tenía un algo especial que me hacía querer tenerte a mi lado otra vez, con ese bello olor a perfume que alcancé a distinguir, preguntando si vivía cerca, si solía ir seguido ahí, hoy te ofrezco una disculpa, no suelo hablar con extraños, tu eras un extraño para mí; y entonces, sentada en el lugar de siempre te apareciste otra vez, llevabas contigo una flor amarilla que dijiste haber cortado con la esperanza de volverme a ver, hablaste despacio, con una sonrisa en tu rostro que no podré olvidar, acepté la rosa y te di las gracias, los patos empezaron a reír, era la primera vez en meses que me habían visto sonreír, supongo que lograste caerles bien, no dejaban de decirme que parecías ser el adecuado.
Y se nos hizo rutina, eso de vernos en la misma banca de siempre, a la hora de siempre, tu con una rosa en mano, yo con un vestido que demostrara mi estado de ánimo, con mi sonrisa tímida y un día con mis manos entre tus manos; hoy las hojas secas caen como hace un año y mi sonrisa ya no es la de aquella vez, ya no vuelvo sola a la misma hora, mis pasos se duplicaron, con los hermosos pasos del amor, con tus palabras que provocan mi felicidad y el arrullo de mis sueños, con el doble de comida para alimentar a los testigos de nuestro amor, hoy puedo decir que te amo tanto como no podría imaginar aquel otoño en que te permití tímidamente sentarte cerca de mí, hoy no me imagino sin tí, gracias por la magia de tus palabras, por la felicidad que me haces sentir entre tus brazos, gracias por ver lo que yo misma no veía en mí
Es una hermosa fortuna tenerte a mi lado