¿Recuerdas esa fecha en que te convertiste en mi consentido? Llevábamos cerca de 3 meses saliendo por un café y tu hablabas cosas hermosas de Mariana, mientras que yo no podía dejar de decirte lo mal que la pasaba con Daniel, pero que tampoco quería dejarlo; y es que, aunque muchos de nuestros amigos se han reído de la historia, no puedo dejar de recordarla con cariño, estábamos en una etapa importante de nuestra amistad, empezábamos a tenernos toda la confianza necesaria para sacar al otro del hoyo y ese día sucedió lo más bello que jamás hayas hecho por mí.
Caminábamos rumbo a casa de Sofía (la chica a la que esperaba en la banca de la plaza cuando te conocí), ibas contando chistes sin sentido que me resultaban graciosos por las caras que hacías al contarlos, respirabas agitadamente y contabas uno tras otro, pausándolos solo cuando se te escurría el helado de rosas que habías comprado para mí y que no soltaste por la emoción de hacerme reír, ese que fuera el causante de que durante días no dejara de molestarte por comértelo y no darme ni un poquito aún cuando era para mí.
En el camino habíamos visto un grupo de patos que caminaban en fila india y que se veían hermosos moviendo sus colitas todos al mismo ritmo, entonces dijiste que si quería podía tener uno, que lo llevarías a tu casa y que podía visitarlo a diario para alimentarlo y consentirlo, pregunté si era parte de tu repertorio de chistes y dijiste que no; me pareció que tendría que haber algo turbio en todo eso, después descubrí que nuestra amistad no había tenido momentos turbios, esta no sería la primera vez, te pedí que camináramos, que lo pensaría y que después te diría lo que decidí, soltaste una carcajada y me miraste fijamente a los ojos diciendo:
-Mujer, las oportunidades se dan una sola vez, si no lo decides ahora esos patos se habrán ido ya.
Y así caminamos 2 cuadras más en silencio, cuando salí corriendo de regreso al tiempo que gritaba, pero no limpio el popó, pusiste cara de confundido y me seguiste, para saber a qué me refería. Recogí a uno de los patitos, al más pequeño y lo tomé entre mis brazos, diciéndole con una voz suavecita.
-Te llamarás avec moi -(que en francés significa conmigo)-avec moi
Y entonces sucedió, gritaste que debí esperarte, que debías ser tú quién levantara al patito, buscando que mamá no estuviera cerca y te dije que ellos no tenía mamá, corriste con todas tus fuerzas y justo cuando venía el primer picotazo de defensa de la celosa mamá pato, te aventaste al suelo y la atrapaste quedando totalmente lleno de lodo, me gritaste corre y esperame a las 2 cuadras, la mamá pato intentaba picotearte y salí corriendo mientras lloraba porque me sentía una ladrona de hijos, me senté y le pedí disculpas a avec moi, por separarlo de su mamá y de sus hermanos, llegaste totalmente sucio y no siendo suficiente, te sentaste sobre un charco de agua porque yo no había dejado más espacio para tí.
Y te volviste mi héroe, me abrazaste, me cuidaste, me susurraste al oído que era una niñita maravillosa y secaste mis lágrimas con lo único que permanecía limpio en tí, con tu alma.
Y aunque nuestros amigos se sigan riendo, para mí ha sido el gesto más hermoso que hiciste por mí cuando eramos amigos. Aún recuerdo la cara de sofía cuando nos vió llegar a su casa, tu lleno de lodo y mojado, y yo con los ojos humedos y un bebé pato en mis brazos.
Ese día no sólo me regalaste sonrisas, tu tiempo y tu rescate, ese día me diste a mi primer mascota, que viviría en tu casa porque sino me corrían de la mía.
Gracias por avec moi