Y mientras introducía mi mano por su pecho y disfrutaba lo tibio de su sangre, el sonido agitado de su músculo bombeante gritaba suavemente lo que sus ojos dibujaban con tanta ternura (el miedo y la excitación que hacía rato no me dejaba ver cuando estabamos juntos).
De pronto, cuando tuve entre mis manos su delicado corazón, aún dentro de su cuerpo (con esa sonrisa de complicidad en mi rostro y con él viéndome fijamente a los ojos y acercándose a mis labios para acariciarlos con los suyos) con la misma delicadeza de un murmullo me dijo al oído, "Necesito que lo arranque de mi cuerpo de un sólo golpe, mientras más duela más excitante será, anda, arráncalo de mí"
Y entonces, lo hice, lo estrujé suavemente tres veces y luego de eso, lo arranqué sin reparo de su cuerpo, saboreando sus labios tan suavemente como me era posible, grabando esa sensación en mi memoria.
Una vez afuera y entre mis dedos acerqué su resistente corazón a mis labios y reconocí al instante su olor "sangre vital" que tanto me enloquecía; Y ahí, los dos, dentro de esa habitación, reposando en la cama disfrutábamos de esa muestra de amor prohibida, él con sus manos en mi cuerpo, yo con mis labios en su corazón, mordiéndolo, suavemente, al ritmo de sus latidos.
Y cuando al fin hube terminado de comerlo, él limpió la sangre de su corazón que corría bajo mis labios hasta en medio de mis pechos, para que al final, después de que él saboreara también su sangre, me dijera viéndome a los ojos: "Te quiero, chica de los dos corazones"
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